La demanda de transformaciones que representó el estallido social, los efectos económicos y sociales provocados por la crisis sanitaria, la conformación de una convención constituyente para encauzar y resolver el agotamiento de un modelo, son los principales factores gravitantes sobre el ambiente de incertidumbre que recorre la sociedad, la economía y la política este año.

Chile, se ubica en una coyuntura en la cual se cierra un ciclo histórico y se abre uno nuevo. Una fase en la cual se define el modelo de desarrollo para las próximas décadas, esto es, el nuevo marco de derechos económicos y sociales al que podrán aspirar los ciudadanos, y las nuevas instituciones políticas encargadas de sostener aquellas transformaciones y definir una nueva distribución del poder. Por lo tanto, el país está en una etapa de cambios vertiginosos detonados por la acumulación de circunstancias que el sistema político no pudo procesar.

¿Los países pueden aspirar al desarrollo sin resolver el agotamiento de un sistema político, económico y social? La historia europea en el siglo XX, debió transitar por medio siglo de guerras para alcanzar un modelo que logrará conjugar democracia, capitalismo avanzado y Estado de bienestar. Sin embargo, hay numerosas experiencias históricas en que la crisis sistémica fue encauzada de manera menos traumática e incierta hacia un modelo político, económico y social que permitió un salto al desarrollo, para ello basta revisar la experiencia australiana a comienzos de la década de los noventa.

El modelo que se agotó, tuvo como aspecto positivo desde una perspectiva histórica instalar a Chile entre los países de ingreso medio. Naciones con economías que han crecido, pero limitadas para resolver las brechas y los desafíos del presente. El país, durante los pasados 30 años pudo crecer y resolver los problemas básicos asociados a la pobreza de casi un 40 % de su población, pero no pudo resolver la acumulación de desigualdades económicas, sociales y políticas que se expresaron en el estallido de octubre del 2019.

El próximo mes de marzo del 2022, tendremos un nuevo gobierno y un Congreso; también, de acuerdo a las proyecciones más conservadoras del cronograma constitucional el plebiscito de salida será en septiembre. El nuevo ciclo histórico que está por emerger el próximo año, no será rápido, sino gradual y parsimonioso, no exento de nuevas incertidumbres y tensiones entre sectores que esperan  conservar la herencia pasada y aquellos que aspiran a refundar el futuro. El salto al desarrollo es un problema complejo, enfocar al país hacia una nueva trayectoria de menos desigualdades y crecimiento, requerirá de la construcción grandes acuerdos que disminuyan la incertidumbre, restablezcan la paz social y la confianza colectiva en la promesa del desarrollo y el bienestar.